Lo que amamos nunca muere, permanece para siempre
La resurrección y la vida – Juan 11:25-26
Los que confían en el Señor son como el monte de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre. Nos alegramos de estar reunidos aquí, compartiendo la vida y la esperanza. Alabado sea nuestro Dios eterno y presente. Dios nos reúne para celebrar la vida, para darle gracias por su presencia palpable y amorosa en la vida de nuestro hermano Dante, que hoy goza ya de la vida eterna. De El procede toda bendición. El es la luz en la oscuridad. Suplicamos la inspiración de su Santo Espíritu dentro de nuestro ser, para que podamos adorarle en verdad.
Hemos aprendido en nuestra fe, que la muerte no es nuestro fin, y que es el comienzo de una vida verdadera, la “Vida Eterna”, nuestra fe, nos ilumina y vemos la muerte desde un ángulo distinto, Cristo Luz del Mundo, nos hace ver la muerte con ojos muy distintos de los del mundo, de tal forma que, si comprendemos lo que nos espera una vez traspasado el umbral de la muerte, ésta puede llegar a hacerse deseable. El mismo Pablo, enamorado del Señor, se queja «del cuerpo de pecado» pidiendo ser liberado ya de él. «Para mí la vida es Cristo y la muerte ganancia» (Fip.1:21) «Cuando se manifieste el que es nuestra vida, Cristo, ustedes también estarán en gloria y vendrán a la luz con El» (Col.3,4). Porque “He aquí, El hace nuevas todas las cosas…” Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado. Si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron, he aquí que han sido hechas nuevas. (Apocalipsis 21: 4)
Dios, que nos dio la vida, está siempre más dispuesto a escuchar nuestras oraciones que nosotros a orar. El conoce nuestras necesidades aun antes de que se las presentemos. Que nos conceda ahora su Gracia, para que cuando nos sintamos pequeños ante el misterio de la muerte, veamos la luz de la eternidad. Nos comunica una vez más su mensaje solemne de vida. Nos ayuda a vivir preparados para morir. Para cuando nos llame, hará que podamos morir como aquellos que saben que van a vivir, para que, ya sea que vivamos o que muramos, nuestra vida esté en El y nada en la vida ni en la muerte nos pueda separar del gran amor que nos ha revelado en Cristo Jesús nuestro Señor.
A pesar que en este momento nuestro corazón sufre y está triste, que lo que sentimos se convierta en esperanza, pues contemplamos la muerte con los ojos de Dios y no con ojos humanos. ¿No es cierto que muchas veces vemos la muerte con los ojos de los que no conocen a Dios y que nuestra reacción es la misma que la de ellos? ¡No hay algo más alegre que pensar en estar presentes con nuestro Señor por toda la eternidad! ¡Cómo si hubiera algo más gozoso que el momento cuando salgamos del valle de sombras para entrar en el glorioso resplandor de Dios! Y eso es lo que ahora nuestro hermano Dante ha experimentado.
«Nosotros tenemos la mente de Cristo», dice Pablo y nuestra meta como cristianos es llegar a ver con Dios, pensar con Dios y sentir con Dios. Para todos, la muerte es un drama, pero para el que tiene poca fe es también un trauma. Y con razón. Primero, porque todos tenemos miedo a lo desconocido. Segundo, porque el que tiene poca fe sospecha que es verdad que «está establecido para los seres humanos que mueran una sola vez, y después de esto el juicio»; y sienten que no están en condiciones de enfrentarse con su Creador.
Para nosotros todo es distinto. No vamos a lo desconocido. Aunque nuestras ideas del cielo son incompletas, confiamos en aquél que dijo: «Voy, pues, a preparar lugar para vosotros…para que donde yo estoy, vosotros también estéis». «¿Dónde está, Oh muerte tu aguijón? ¿Dónde, Oh sepulcro, tu victoria?» pregunta Pablo. Nuestros pecados nos han sido perdonados por la cruz de Cristo y «justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo».
Pablo dice que para él «el vivir es Cristo, y el morir es ganancia». El cristiano teme morir, con todo lo que significa de sufrimiento y debilidad y con todo lo que significará para sus seres queridos. Pero no teme estar muerto, porque para él estar muerto significa dormir en el Señor para despertarse en la presencia de su Dios. Morir es un importante paso adelante en el apasionante viaje que terminará el día cuando Cristo venga para resucitar y glorificar a los suyos.
El pensamiento de Dios sobre la muerte se resume en Juan 11:25-26: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente». Para la mente humana, la línea divisoria en nuestra existencia es el momento cuando nuestro cuerpo deja de funcionar. Todo lo que viene antes lo llamamos «vida»; todo lo que viene después lo llamamos «muerte». Pero Dios no ve así.
El no ve muertos -separados de él- desde que nacemos. Llega el momento cuando aceptamos a su Hijo como el Señor de nuestra existencia y pasamos de muerte a vida eterna, la resurrección es nuestra. La muerte física no es un cambio de esencia sino de escena: dejamos de desarrollar nuestra vida eterna en este mundo para comenzar a desarrollarla en el otro. El momento decisivo no es la muerte, sino cuando por fe en Cristo Jesús nacemos -resucitamos- a una vida nueva.
La muerte siempre es triste; pero es triste para los que quedan atrás. Lloremos por nosotros, pero no lloremos por nuestras hermanas y hermanos que han fallecido. Gocémonos con ellas, en ellos, porque han ido para estar con Cristo, «lo cual es muchísimo mejor». Y aunque sentimos tristeza, no nos entristezcamos «como los otros que no tienen esperanza». Pronto estaremos juntos de nuevo, para nunca más estar separados. Consolémonos y alegrémonos con este pensamiento.
Porque nunca de hecho poseemos algo, solo lo guardamos por algún tiempo. Si no somos capaces de entregarlo, seremos nosotros mismos aprisionados. Cualquier cosa que coleccionamos necesita ser como agua en la palma de la mano – cerrando la mano, el agua gotea y se corre. Si quisiéramos poseerla, entonces la ensuciamos. Si la soltamos, ella será nuestra para siempre. Y cuando nos hubiéramos consolado, nos alegraremos de haberla conocido.
Si Dios está de nuestro lado, ¿quién nos vencerá? El no dejó de entregar ni su propio Hijo y lo ofreció por todos nosotros. Si él nos dio a su hijo, ¿será que también no nos dará de gracia todas las cosas? Cristo murió, fue resucitado y está a la derecha de Dios. El pide a Dios en nuestro favor. Entonces, ¿Quién puede separarnos del amor de Cristo? ¿Serán los sufrimientos, las dificultades, la persecución, el hambre, la pobreza, el peligro o la muerte? Tenemos la seguridad de que nada puede separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni otras autoridades, ni poderes celestiales, ni el futuro, ni el mundo de arriba o de abajo. En todo el universo no hay nada que pueda separarnos del amor de Dios, que es nuestro, por medio de Jesucristo, nuestro Señor.
El Señor, nuestro Dios, llamó a su presencia, al dulce hogar, al cielo de esplendor a nuestro hermano Dante; lo guió y en muchos años pudimos ver con cuánto amor nos acompañó. No abrigamos dudas ni temor porque sabemos que el buen pastor lo guió a lo largo de su vida. Ahora que la carrera de su vida física ha terminado, ha sabido que, con nuestro Dios, cruzó los puentes de la vida sin temor para vivir la vida eterna. De él a quien seguiremos amando, respetando, admirando, recordando…..siempre restará mucho en nuestros corazones…un poco de sus sueños, un poco de sus esperanzas, un poco de su vida y todo su amor.
Recordemos a nuestro hermano Dante como él fue, un ser humano con defectos y virtudes, que caminó por la vida con una opción: que el amor permaneciera con él. Se entregó a su iglesia a quien amaba, a la tarea educativa en el Colegio América por más de 40 años junto con su compañera de vida, Carmela, luchó por lo que eligió como lo más importante, pese a todas las dificultades e incomprensiones: vivió por Su Señor, su familia, su colegio América, sus verdaderos hermanos en la fe, sus amigos sinceros. Y el amor estuvo siempre con él.
¿Y saben?, la está pasando muy bien, porque ahora vive en la casa de Jehová, por largos días…..
Redacción: Miss Rebeca Luza