El valor de ser Maestro

El valor intrínseco de la docencia y la valentía de ejercerlo son dos aspectos importantes que queremos destacar en esta tan especial fecha: EL DÍA DEL MAESTRO, sobre todo cuando la propia vida transcurre “entre las cuatro paredes de un aula”. Si todo trabajador corre riesgos según los materiales con que trabaja, ¿cuáles corre el maestro si su “materia prima” son la inteligencia, la libertad, la afectividad y la trascendencia de otros seres como él?

Creemos que entre las virtudes o cualidades que un docente debe desarrollar, están la paciencia, la confianza, la estabilidad emocional y muchas otras; pero es casi seguro que al iniciarnos en esta profesión nunca imaginamos que también tenemos que desarrollar la valentía y más en estos tiempos.

Quienes somos maestros por vocación, sabemos, con particular claridad, que no hay profesión más gratificante que aquella en la que se pone en juego el propio valor personal: valía y valentía para desarrollar el de otros seres; para encaminarlos nada menos que en el cumplimiento de su vocación humana y divina.

La educación es, en síntesis, ese proceso personal, permanente y dinámico, de perfeccionamiento integral de todas las capacidades humanas. Y la figura del maestro cobra fuerza a partir de este concepto, pues se convierte en el agente promotor de ese proceso de perfeccionamiento humano.

El maestro debe saber a fondo el contenido de su materia y hacer bien sus actividades docentes; pero sobre todo debe ser reflejo claro y brillante de los valores que desee inculcar, motivando a hacerlos propios. El buen maestro desarrolla un perfil equilibrado entre lo que sabe, hace, tiene y es; cuyo eje es su ser personal, pues como sabemos, las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra.

¿Recordamos a quien nos relató la historia nacional o a quien nos hizo amar nuestra patria? ¿Agradecemos a quien nos enseñó biología o a quien se preocupó por nuestra salud y a partir de allí nos gustó el curso? ¿Amamos a quien nos pasó en el examen o a quien motivó nuestra vida con su ejemplo?

Los maestros que merecen nuestro recuerdo, reconocimiento y cariño, son aquellos que nos han educado, es decir, que nos han impulsado a ser mejores personas, que han dejado huella positiva en nuestras vidas y por eso siguen presentes en nosotros mismos.

El maestro enseña a los alumnos con lo que sabe, más o menos según su capacidad; pero educa o frena su perfeccionamiento humano según lo que es como persona.

Cada día el maestro tiene en sus manos la oportunidad de inyectar vida a otras vidas y en su persona está el contenido de ese aporte. Bajo su cuidado hay vidas, mentes y almas con menor madurez que la propia; por tanto, puede moldearlas para bien o para mal… Este es el reto y a la vez el riesgo de la labor docente.

La valentía es una virtud y un educador valiente corre riesgos por sus alumnos y les permite a ellos correr los suyos propios, cuando cuentan con los aprendizajes y la experiencia para obtener un bien, pero sobre todo cuando su autoridad moral es una guía para ellos, generando aprendizajes significativos. Un maestro valiente se pone retos altos y se los pone a sus educandos.

Ser educador por vocación es uno de los mejores escenarios para descubrir la riqueza de la vida humana, es encontrar la plenitud personal en el servicio al perfeccionamiento ajeno y hacer de éste una meta, un reto y una misión de vida.

Un educador siembra -no superficialmente- la verdad y el bien en sus alumnos. Para que la semilla dé fruto falta cruzar el puente que hay entre lo que el maestro siembra y lo que el educando hace suyo. Ese «puente» es la educación de la voluntad, que enseña a usar de modo práctico los saberes, a tomar decisiones, a perseverar en la acción.

Es necesario poner en juego la razón, voluntad y amor propio hacia lo que hacemos y saber mover los de nuestros alumnos hacia aquello que les perfecciona integralmente.

Reafirmar el camino de la educación en valores y ser valiente al recorrerlo, es el abono para que la semilla dé fruto y lo dé en abundancia.

“Pero parte cayó en buena tierra y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga”.  Mateo 13: 8-9

Sigamos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, nuestro “Maestro de Maestros”.

FELIZ DÍA DEL MAESTRO Y DE LA MAESTRA DEL PERÚ Y EN ESPECIAL DE LA MAESTRA Y MAESTRO DEL COLEGIO AMÉRICA